11/12/09

Tiendo a recuperarme

Éste es un texto mal escrito, mal redactado, sin sentido, es un vómito de mis dedos provocado por las náuseas de mis ideas. Es lo que se me ocurrió después de que me matara y sobreviviera.

Me arrojé de la azotea de mi casa, acababa de terminar mi carrera universitaria con honores hace pocas horas, mañana me casaba, sólo había subido a ver las estrellas y sentir el viento entre mis brazos, dedos, piernas, cuello, y se me antojo, así nomás, me entraron unas ganas bien cabronas de aventarme, y me aventé, me morí y sobreviví.

La tierra mojada con sangre huele diferente, es otro aliento. La caída no dolió, pero sí el trancazo de regreso a la realidad después del desmayo, esa conciencia gradual, móvil, vomitiva, dolorosa.

Mientras caía decidí no meter las manos, quería saborear las consecuencias de mis antojos en plenitud; mi pecho fue lo primero que tocó tierra, escuché como mi cuerpo se amoldaba a la forma burda del suelo, moldeándome unas nuevas costillas, quijada, nariz y rodillas.

No había experimentado tal grado de libertad, no había sentido el peso de la levedad, la dificultad de volar sin cerrar los ojos y de respirar con los pulmones llenos de mi mismo y la boca eyaculando vida. Mi piel contuvo todo lo roto dentro, a excepción de mi cráneo que dejó escapar cada idea, cada engrane suelto sin tornillos que los unieran y le dieran cuerda a mi motor.

El dolor, el esfuerzo, la risa ahogada por la sangre y disfrazada por los gemidos, la caída, el sabor del peso en la lengua, la gravedad maximizada, las lágrimas.

La verdad quería abandonarme, pero sobreviví

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