14/1/10

Carta a un recuerdo prestado




No puedo evitar mirar por cada orificio, ni que la tinta de mi pluma se derrame, tampoco puedo evitar dejarme ir ni dejarte ir, ni dejarnos ir y abandonarnos al mismo tiempo. No, no puedo evitar quedarnos un poco más de tiempo, ni bebérnoslo en un té negro.

Ahora sobre la marcha te escribo, así, nomás por el puro antojo de recordarte, de desempolvarte y limpiarte los bordes a los que el paño no alcanza con la cabeza de un alfiler. Te huelo y te invito a bailar, como en aquel recuerdo que aún no encuentro; ¿lo recuerdas? Bailamos juntos toda una semana, lo hice porque me lo pediste, porque contigo ya no había vergüenza y al mismo tiempo demasiada sinceridad, quizá porque sabía que no volveríamos a vernos.

No puedo evitar voltear a mirar al pasillo cada que se abre tu puerta, ni notar las nuevas marcas en ella, y el nuevo tapete, ¡que espantoso tapete!, entre mi humor y tu mal gusto siempre apestaba a... raro, a fin. No te volví a mirar.

Me dueles

Ahora que pongo todas las cosas relacionadas a ti, mi cabeza queda un poco vacía, te voy a poner una foto de cada una en un álbum, y por favor si falta algo pues déjalo ir, ya fue hace mucho tiempo, ya lo superé.

Mi cabeza y mis recuerdos, ambos ahora tienen más espacio donde hacer tratos y retratos. Fue un gusto hacerlos contigo.