17/10/13
Sin pies ni cabeza, puro corazón.
"Ama lo que haces" te dicen desde que es bueno decidir lo que harás toda tu vida, "ama lo que haces". Pero nadie te dice que amar no es precisamente un fin ni un camino, y que además el amor no te va a acompañar en el miedo y el dolor y el certero abandono.
Por eso creo que lo que amo es el camino, sin destino, no lo entiendo aún pero me agrada no saber a dónde voy, me agrada disfrutar del paisaje y mirar como se transforma el camino y el cielo, como a veces el cielo esta aborregado y otras tan luminoso que es cegador, y ni hablar del camino a veces con pasto y libre de rocas y otras con tierra que se eleva con un intenso olor a orina que se eleva cuando le pisas.
Digo que creo que lo que amo es el camino, porque, la verdad, ni de eso estoy seguro. Sólo voy mirando y construyendo mi hogar mientras camino, un hogar que pueda habitar en mi vejez incierta, un hogar que ahora que estoy joven puedo cargar con él pero que sé que seguramente se reducirá a lo indispensable cuando me de cuenta de ello y cuando mi cuerpo me lo exija. Como el caracol.
11/12/11
Papel mojado
12/11/11
Toalla
19/10/11
Antídoto
8/9/11
-Disciplina- Ay que hueva de post tan quejumbroso
16/8/11
No sé cómo actuar en sociedá.
1/8/11
Sueños apocalípticos para iniciar agosto.
Llegue a urgencias semi escalando las wscaleras y aventando a unas ñoras mensas y con la ayuda deiunas chavas buena onda.
Ya habia un TT en tuiter que tenia muy entretenidos a 2 personas en la sala. Decia: #ni me ve ni me embaraza y traia una pic con dibujitos tipo señamiento de invaloidos pero con la mujer despanzada ( con la loinea de la panza adelante de ella). Y miguel cruz me llamaba y me invitaba a un lugar y me decia que no se me ocurriera no ir al otro día y poner de pretexto lo sucedido; ahora ya también pensaba en que tendría que faltar a la chamba y ps cómo.
26/7/11
Qué es eso? Es Pepe Grillo? Es un Colibrí?
1/7/11
Que bonito día.
3/5/11
pss pss!
21/11/10
Lo que necesitas
A lo largo de mi vida, y a partir de que tuve conciencia para darme cuenta, he necesitado pocas cosas pero tremendamente importantes.
Creo que gran parte se lo debo a la forma en la que me educaron cuando era pequeño. Mi tio abuelo me inculcó el Budismo, religión de la que aún me siento parte porque creo en ella y en mi, y mi familia nuclear que me inculcó el catolicismo del cual aprendí el respeto a la muerte.
Cuando tenía como 10 años mi abuela postiza era una señora muy devota del catolicismo y hasta era respetada en la colonia, es una especie de curandera y chamán moderna, ella acostumbraba llevarnos a los rosarios y a los velatorios de la gente que se moría en la colonia. No tengo idea de a cuántos cadáveres vi pero lo más impresionante no eran los cuerpos si no la tremenda tristeza de los que se quedaban implorando respuestas y soluciones. Eso pasaba entre semana que estaba con mi familia nuclear. Pero los fines de semana la gente encargada de cuidarme me enseñaba el budismo y me explicaba que la muerte no era el fin sino sólo una fase de la inmensidad de la vida.
Hoy sé que lo que necesito para vivir no está en mi pc, ni en mis bolsillos y mucho menos lo traigo puesto, mis necesidades son las ideas, las palabras, los cambios mentales, la perpetua duda y el pensamiento. Sí, es un concepto que no formulé cuando era pequeño pero que ahora lo comprendo mejor, pero cuando era niño algo de eso ya se notaba, no era de los que pedían muchos juguetes ni mucho dinero, a mi me gustaba y aún me gusta estar solo, así, acompañado conmigo mismo, ver el cielo, caminar, leer, y de vez en cuando platicar y hasta tener contacto social. Aún me gusta hacer esas cosas, pero le añado el escribir, escuchar, observar y estar con la Luna, la gatita que ha renunciado a gran parte de sus instintos para vivir en casa.
Trato de entender la vida, pero creo que de eso no se trata si no de vivirla.
7/11/10
Traigo 3 puntos suspensivos en la mano y sabré como usarlos.
El viernes pasado tuve un accidente en el trabajo gracias a que me absurda creencia de que no me pasará nada, pero pasó. Me corté con la tapa de una lata de alimentos (piña en almíbar) el pulgar izquierdo, no fue divertido, pero creo que afortunadamente me pude calmar y tomar decisiones rápidas y necesarias (levantar la mano, lavarme, y presionar un poco para parar el sangrado). Me llevaron al hospital, y yo tan tranquilo, sólo preocupado por que el sangrado no siguiera.
La doctora no estaba y eso que era un hospital privado, pero parece que en México los juramentos hipocráticos van después de pagar los impuestos, en fin, ahí andaba con mi mamá toda preocupada y la doctora entra toda tranquila para decir un: Por acá por favor.
Me agradó la silla con descansabrazos alto, me gustan los muebles de hospital, como que están chidos y duraderos.
Me quitó la gasa y ZAZ! Sangre mucha y ella ni se inmutó, hasta la abrió más para ver, y yo de chismoso viendo mi carne abierta mientras me desangraba. Me cae que soy re guapo por dentro, todo rojo. Tres o cuatro puntadas dijo la doctora que hasta el momento no me había saludado. Y cuando escuché el “tres puntadas” por mi mente pasaron tres puntitos suspensivos, tan maravillosos ellos y tan perfectos a la situación.
Me suturó, me dio la receta y se fue. Creo que tiene síndrome de prostituta, porque llegó hizo su trabajo, dijo la cuenta y sin despedirse se fue. Me agradó la doctorcita, porque al fin y al cabo yo no le iba a pagar por una plática ni un abrazo, sino porque me cerrara la herida por la que se me iba a salir el corazón como decía mi abuela postiza.
A veces lo feo no es la herida, si no la cicatrización. Al bañarme me di cuenta que la gasa que tenía contacto con la herida semi-cerrada tenía sangre cicatrizada con ella, además de que los sobrantes de los puntos se habían enredado con la tela de la misma. Ahora tenía una herida semi-cerrada con todo y el remedio que para ése entonces ya no servía. Sé paciente, me dije, si te arrancas la gasa la herida se abrirá de nuevo y quizá hasta se abra un punto, asté tranquilo y desate el nudo. Me tardé como 10 minutos en el asunto pero se pudo sin que saliera más herido. Como decía a veces la cicatrización es peor, ahora tengo un dedo que me duele más que cuando me lo corté, me estorba más que cuando era útil, y no lo puedo usar. Sé que así debe ser, pero…duele.
7 días con puntos suspensivos en la mano izquierda. Algún uso les debo de encontrar.
15/7/10
Dirigiendo y sin digerir no jala chido
26/5/10
Nunca más
19/5/10
La historia del colibrí
Jesús era un chaval muy habilidoso haciendo pajaritas de papel. Había llegado a tal perfección que cuando les pintaba las plumas con vivos colores, dibujaba los ojillos y ponía el pico de color amarillo parecían pajaritas de verdad.
Aprovechaba toda clase de papeles para hacerlas: si una cartulina, le salía una pajarita enorme que más bien parecía una garza; de un folio sacaba una paloma; de las hojas de su libreta salían gorriones y así sucesivamente; incluso las hacía minúsculas aprovechando los sellos de correos...
Sobre su mesa siempre había alguna pajarita revoloteando y montones de hojas de revistas viejas.
Un día de diciembre que la gripe le impidió ir a la escuela y tuvo que guardar cama, Jesús se dedicó a hacer pajaritas con todos los papeles sueltos que encontró por casa, y construyó una bandada enorme en las que se podían leer titulares de periódicos, anuncios de detergentes, facturas del teléfono, folios usados con problemas de mates, propaganda varia, etc. Cuando tuvo la mesa llena, el niño miró aquel montón de papel plegado con ojos febriles abrió la ventana y les dijo: «¡Hala, a volar!»
Parecerá mentira lo que os voy a decir, pero aquellos trozos de papel empezaron a moverse, a batir alas y poco a poco fueron saliendo en desbandada hacia el cielo azul. En pocos segundos la mesa quedó limpia de pajaritas; Jesús se llevó las manos a la cabeza y muy asustado se dijo: «¡Puedo hacer pájaros de verdad!»
Como no se encontraba muy bien, pensó que aquello era por culpa de la fiebre, porque él no se creía capaz de hacer milagros...; se metió en la cama y trató de dormir un poco. Nada más cerrar los ojos sintió un levísimo aleteo sobre su cabeza: la más pequeña de las pajaritas creada con el prospecto de las aspirinas había vuelto a la habitación. Jesús se despertó sobresaltado.
—¿Qué haces tú aquí? —le preguntó como si ella pudiera entenderle—. ¿Por qué no vas con las demás?
La pajarita se posó sobre la mesa y le respondió con una voz dulcísima:
—Me has hecho tan pequeña que no puedo volar...
La pajarita tenía razón: sus alas eran tan cortas que no le permitían volar durante mucho tiempo. Jesús se quedó pensativo y al cabo de un rato le dijo:
—Es cierto, pero tengo la solución: si mueves las alas muy deprisa podrás volar como las demás...
La pajarita se lanzó al aire, aleteó con una velocidad extraordinaria y comprobó que, efectivamente, podía moverse igual que el resto de los pájaros.
—¡Gracias! —le dijo ella; dio media vuelta y salió por la ventana.
Jesús se quedó sorprendido por el descubrimiento: «Esto sí que es maravilloso: además de volar, mis pajaritas hablan...», y se volvió a la cama un poco preocupado porque empezó a pensar que a lo mejor podría crear animales como si fuera Dios...
Cerró los ojos y cuando estaba a punto de dormirse por segunda vez, volvió a sentir el zumbido en la habitación: era la pajarita de las aspirinas que andaba dando vueltas como un abejorro.
—¿Y ahora qué te pasa? —le dijo un poco enfadado el niño Jesús.
La pajarita se quedó flotando en el aire con un aleteo muy vivo:
—¡Que soy muy fea!
Iba a responderle que no dijera tonterías, que ella no era fea; pero al ver su plumaje gris lleno de letras y esas mayúsculas que le cruzaban las alas de lado a lado el niño Jesús comprendió que aquello más bien parecía un disfraz de Carnaval que un vestido de pájaro.
—Está bien, ¿y cómo quieres que te pinte?
—Como una mariposa —le dijo, coqueta.
Jesús tomó los rotuladores y se dedicó a colorear a aquella pajarita de papel que hasta ahora no tenía más que tinta negra y letras por el cuerpo. La cabeza y el cuello se los pintó de un rojo intenso; el pecho, blanco con unas manchitas azules; las plumas de las alas de un verde chillón y en el rabo le puso el arco iris. Ahora estaba preciosa. Cuando hubo acabado le preguntó:
—¿Te gusta?
La pajarita desplegó la cola, extendió las alas y le dijo:
—¡Perfecto! —Dio una vuelta de exhibición por el cuarto y al salir le repitió—: ¡Muchas gracias! ¡Adiós!
El niño Jesús pensó que ahora ya podía dormir tranquilamente hasta que volviera María, su madre, y se metió en la cama.
Su madre, que había salido a comprar, le tenía dicho: «Descansa y no cojas frío para que mañana puedas ir al cole», pero no le estaba obedeciendo porque seguía con la ventana abierta. Se acurrucó contra la almohada y ya empezaba a soñar cuando...
—¡Que no puedo comer! —oyó a la pajarita que le llamaba—: ¡Jesús, despierta, que no puedo comer!
El niño abrió los ojos contrariado:
—¿Otra vez? A ver: ¿qué tripa se te ha roto?
—Que con este piquito tan pequeño que me has hecho no puedo comer los granos como hacen mis hermanos los pájaros.
Jesús la observó detenidamente y comprobó que de nuevo tenía razón: el pico que le había hecho no le servía para nada, era demasiado pequeño; no ocupaba ni media “A” de “ASPIRINA”; eso tenía que arreglárselo.
—Está bien. ¿Cómo lo quieres?
—Como el de las mariposas.
Y Jesús empezó a trabajar para hacerle un pico fino y largo, con una lengua fina y larga como tienen las mariposas. Cuando hubo acabado, le preguntó la pajarita:
—¿Y ahora qué comeré?
—Pues lo mismo que ellas: el néctar de las flores.
—¡Ah, claro! —y se fue volando, esta vez definitivamente.
Volvió a la cama y enseguida Jesús empezó a soñar con que estaba en el país de los pájaros, que hablaba y se entendía con ellos, que volaba...; estaba posado en la rama de un magnolio cuando se le acercó otro pajarito y le dijo:
—Jesús, ¿no me conoces? Recuerda: soy el que tiene las alas más veloces del mundo, un pico para beber néctar y los colores más maravillosos del universo...
—¡Claro que sí! —respondió él—: tú eres la pajarita que hice con el papel de las aspirinas. ¿Cómo te llamas?
El pajarito se quedó mudo: «¡Anda, resulta que yo no tengo nombre!», pensó.
—¡No sé cómo me llamo!
El niño Jesús comprendió que debía bautizarlo rápidamente. Se puso a pensar y encontró un nombre que le sonaba distinto a todos los que ya existían en el reino animal:
—Te llamarás COLIBRÍ —le dijo—, el pájaro que se parece a las mariposas, ¿te gusta?
—!Mucho!
Y desde entonces estos pájaros existen en el mundo.
© Pedro Sanz
12/5/10
Nacemos, crecemos y morimos, no siempre en ése orden
Hay algo muy divertido (al menos para mi es divertido) que pasa en las relaciones de pareja y hasta en las grandes amistades, es que siembran y hasta cosechan nombres en lenguas ajenas, integran sabores eliminan los sinsabores, comienzan a armar castillos de realidades alternas donde todo es bello y no tiene porqué dejar de serlo. La jerga es de quien la trabaja y pues no es error que cada que alguien se enamora nuevamente de un otr@ salga a relucir el nombre de aquella persona que habita en un castillo del pasado.
17/4/10
Adios a mis mejores 22, BIENVENIDOS SEAN MIS MEJORES 23
31/3/10
Yo no sé ustedes pero procuro estar borracho todo el tiempo
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
“¡Es hora de embriagarse!
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.
Otra razón pa cambiar el mundo
Jorge Ibargüengoitia
(Guanajuato, México, 1928 - Madrid, 1983)
Malos Hábitos
Levantarse temprano
El viernes pasado encontré en Revista de Revistas un artículo escrito por mi buen amigo Loubet que es una especie de oda a los que se levantan temprano. Además de bien escrito está bien ilustrado. Allí aparecen los panaderos, los lecheros, los barrenderos, los que van a hacer ejercicio en Chapultepec, los niños que piden aventón para llegar a clase de siete, etcétera.
Esta lectura, unida a la circunstancia de que hoy tuve que levantarme a las cinco de la mañana, me han hecho recapacitar y llegar a la conclusión de que francamente, levantarse temprano no sólo es muy desagradable, sino completamente idiota.
Ahora comprendo que los últimos veinte anos los he pasado en un mundo dado a la molicie.
—Paso por ti cuando reviente el alba. Es decir, a las nueve y media de la mañana —dicen mis amigos.
Pues sí, un mundo dado a la molicie del que no pienso salir.
Los efectos de madrugar son de muchas índoles, pero todos ellos corrosivos de la personalidad. Hay quien se levanta temprano a fuerzas, se para frente al espejo a bostezar y a arreglarse el cabello y la cara con el objeto de dar la impresión de que se lavó. Este intento generalmente es patético. Si alcanza lugar sentado en el camión que lo lleva al trabajo se duerme sobre el hombro del vecino, desayuna en la esquina del lugar donde trabaja unos tamales, o bien dos huevos crudos metidos en jugo de naranja -que es una mezcla que produce cáncer en el intestino delgado- pasa la mañana sintiéndose infeliz, trabajando un poquito y quitándose las lagañas; se va de bruces en el camión de regreso, a las seis de la tarde.
Los que se levantan temprano a fuerzas constituyen un grupo social de descontentos, en donde se gestarían revoluciones si sus miembros no tuvieran la tendencia a quedarse dormidos con cualquier pretexto y en cualquier postura. En vez de revolucionar, gruñen y dicen que el destino les hizo trampa.
Los que madrugan por gusto son peores.
—Yo siento que la cama materialmente me avienta a las cinco de la mañana.
—Mal veo despuntar el sol, brinco de la cama, abro la ventana y pregunto “¿solecito, solecito, qué quieres de mí hoy?”
—Cuando me estoy rasurando oigo el canto del primer jilguero, después, un regaderazo con agua helada, me seco con una toalla especial de ixtle para que me abra el poro, y por último mi té de boldo. Quedo como nuevo.
Esta clase de gente tiene la costumbre de salir a la calle de noche y caminar con paso vivaz por el centro del asfalto —le temen a la banqueta, porque creen que hay gente agazapada en los zaguanes, lista para asaltarlos; no se dan cuenta de que los asaltantes están dormidos a esa hora— dejan a su paso una estela de agua de Colonia o talco desodorante que queda flotando en el ambiente hasta que pasa el primer autobús. Van a misa de cinco, a la Adoración Nocturna, a hacer ejercicio, a pasear un perro desmañanado, o, peor todavía, a despertar al velador del edificio para que les abra el despacho.
Son por lo general, gente de dinero y creen que la fortuna que tienen se las concedió Dios nomás por el gusto que le da verlos levantarse temprano. Aconsejan esta práctica saludable a todo el que encuentran -en realidad no tienen otro tema de conversación, inventarían refranes si pudieran, como no pueden, repiten el consabido de “al que madruga, Dios le ayuda”, que es una afirmación que carece de fundamento histórico.
Esta clase de personajes también tiene la tendencia a obligar niños a que les piquen la panza con el dedo.
—Mira niño, es como de fierro. Aprende: estoy así porque me levanto temprano. Tengo sesenta años y mírame.
Llegan a los sesenta como jóvenes, dando brinquitos y mueren de sesenta y uno, víctimas de una trombosis cuádruple.
Los que inventaron que es bueno levantarse temprano son los que determinaron que los turnos de trabajo cambien rayando el sol, que los fusilamientos de lleven a cabo al amanecer, que se reparta la leche al alba, que no se permita la entrada de carga después de las siete de la mañana, etcétera. En resumen son los únicos responsables de que la ciudad empiece a funcionar a una hora de la que nada bueno puede esperarse. (18-vii-72)
Publicado en Instrucciones para vivir en México, compilado por Guillermo Sheridan. México: Editorial Joaquín Mortiz, 1990.